No va sobre mí: el problema del protagonista

Marina Such
4 min readDec 14, 2020

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Hay una canción en The Prom, la película para Netflix que Ryan Murphy ha dirigido a partir del musical de Broadway, que ejemplifica perfectamente lo que la crítica Emily VanDerWerff llama “el problema del protagonista”. La teóricamente secundaria Dee Dee Allen, estrella de Broadway narcisista y en horas bajas, llega a un pueblo de Indiana para, en teoría, ayudar a una adolescente que quiere llevar a su novia al baile de fin de curso. Para Emma es una cuestión de respeto a sus derechos civiles; para Dee Dee es una maniobra de relaciones públicas.

La canción con la que entra en escena en Indiana se titula It’s not about me. Por supuesto, va sobre cómo todo gira alrededor de ella, por mucho que repita que “esto es sobre Emma, y no sobre mí”. Y la canción acaba encapsulando el principal problema que tiene The Prom como película, que es un duelo de protagonistas.

¿Qué se entiende por protagonista? Es el personaje principal de la historia. Es también el motor de la trama, a quien seguimos en ella. ¿Es, además, el personaje que tiene una evolución más clara, un arco por el que termina la historia habiendo aprendido algo, convertido en alguien diferente a como era cuando la empezó? Puede serlo. James Bond se mantiene básicamente igual en todas sus películas, pero todos en Parásitos sufren cambios bastante monumentales.

Si tener un arco de personaje ayuda a identificar al protagonista, como decimos, The Prom tiene un problema de protagonistas en conflicto. Teóricamente, debería ser Emma, cuya petición de un baile inclusivo echa toda la bola a rodar. Pero Emma es alguien que sabe bien quién es durante toda la película (su novia, Alyssa, es quien experimenta la evolución de las dos), mientras Dee Dee va a tener un arco muy evidente: dejar de ser egocéntrica y narcisista y empezar a preocuparse por los demás, a ser mejor persona. Hasta canta otra canción que explicita su camino, The lady is improving.

Esa pelea entre las dos por ocupar el centro de la historia acaba lastrándola. El conflicto emocional de Emma descansa en la incapacidad de Alyssa de salir del armario, pero su relación nunca termina de construirse bien como para que nos importe (otra de las canciones que ayudaba a ello en el musical, You happened, aquí pierde la parte final que contaba cómo las dos se habían “salvado” mutuamente, por decirlo de alguna manera). Sin embargo, el viaje de Dee Dee está trazado al completo y el espectador puede encontrar más fácil interesarse por sus esfuerzos por mejorar y merecer la atención del director Hawkins. The Prom es su película, no la de Emma.

La explicación que VanDerWerff da de lo que es el problema del protagonista se aplica a este musical, pero ella lo desgrana al comentar Happiest Season, otra historia en la que, curiosamente, hay una pareja lésbica en la que una de las dos no le ha dicho a sus padres que es homosexual. Las tuiteras LGTBIQ han entrado al trapo de si ese personaje, Harper, es tóxico por llevarse a casa de su familia a su novia sin haber salido del armario, y pretendiendo que solo son amigas. Siendo una comedia romántica navideña (y una que quiere ser muy comercial y llegar a la mayor cantidad de público de posible), desde el principio sabemos que Harper y Abby van a superar los obstáculos que les surjan por el camino, pero Clea DuVall (directora y coguionista) se ocupa de que esos obstáculos pudieran haber sido insalvables en un drama indie de Sundance, por ejemplo.

El vitriolo lanzado contra Harper se justifica en parte porque Abby es los ojos del espectador, que asiste a toda la historia desde su punto de vista. Sin embargo, es Harper la verdadera protagonista porque el arco, la evolución, es de ella. No obstante, en ningún momento nos ponemos en su piel, como sí ocurre con Dee Dee. Vemos el dilema irresoluble en el que está metida desde fuera, lo que lleva a que algunos espectadores la “cancelen”.

Ese problema del protagonista no se encuentra en la otra película estrenada recientemente que también incluye a un personaje del que su familia desconoce su homosexualidad. En este caso, es el que da título a Uncle Frank, pero la película de Alan Ball lo identifica claramente como el protagonista, por lo que se elimina en gran parte la posibilidad de que el público lo considere tóxico o lo “cancele”, cuando también hace cosas malas y toma las peores decisiones posibles. Pero ocupa claramente el centro de la historia.

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